HOY 3 DE MAYO RECORDAMOS AL POETA JUAN GELMAN...
"La palabra es una herramienta de lucha "
coherencia de un intelectual comprometido con las causas de su pueblo
El reconocido periodista y escritor argentino galardonado
con múltiples premios a lo largo de su extensa y prolífica carrera, falleció en
su casa de la colonia Condesa en Ciudad de México donde moraba desde hace más
de 20 años. Pero Gelman, no sólo fue escritor, fue también militante de la
organización político-guerrillera setentista Montoneros. Gelman formó parte del
Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero, perteneciendo a su rama de
profesionales, intelectuales y artistas. En 1979, en ocasión de la denominada
«Contraofensiva Montonera» y en desacuerdo frontal con su verticalismo
militarista, abandonó la organización. La cúpula de Montoneros lo acusó de
traición y lo condenó a muerte. Gelman, entonces, junto a Rodolfo Galimberti
firmó esta carta de ruptura:
Nosotros, militantes del Movimiento, Partido y Ejército
Montonero, decididos a rescatar el contenido revolucionario que alimentó la
lucha del Peronismo Montonero hasta hoy, hemos resuelto renunciar a nuestra
condición de miembros del Partido, a nuestro grado en el ejército y a nuestros
cargos en el Movimiento Peronista Montonero, convencidos de que la pertenencia
a estas estructuras se ha convertido en un obstáculo para continuar,
eficazmente, en nuestra lucha contra la dictadura y por la liberación del Pueblo
Argentino.
Frente a las perspectivas que existen de modificación de la
situación argentina, ante el fracaso evidente de la dictadura, resulta
imprescindible resolver positivamente la crisis que afecta a nuestras fuerzas.
Serias razones nos impulsan a tomar esta meditada decisión:
El prolongado alejamiento de la Conducción Nacional del
Partido del territorio argentino, y, en consecuencia, de las condiciones reales
en que se desarrolla la Resistencia Argentina, sumado a la falta del ejercicio
efectivo de la conducción de las fuerzas que luchan en el país, ha agravado
viejas desviaciones nunca corregidas del todo, a la vez que ha favorecido la
aparición de nuevas deformaciones.
Sin la pretensión de enunciarlas todas señalaremos las más
graves:
Resurgimiento del militarismo de cuño foquista que impregna
todas las manifestaciones de la vida política de las estructuras a las que
renunciamos. Militarismo que, por otra parte, intenta apropiarse indebidamente
de todas las acciones de Resistencia Armada que lleva a cabo el conjunto del
Pueblo.
Reafirmación de la concepción elitista del partido de
cuadros, que ha generado un progresivo aislamiento de las masas y de sus
organismos reivindicativos naturales.
La reiterada aplicación de prácticas conspirativas de los cuadros
del partido en el seno de los organismos de conducción del M.P.M., destinadas a
tratar de garantizar la hegemonía del partido aun a costa de sabotear el avance
organizativo del conjunto.
El sectarismo maniático que pretende negar toda
representatividad en el campo popular a quien no esté bajo el control estricto
del partido, con consecuencias nefastas para todos los intentos de desarrollar
la organización revolucionaria de la clase obrera.
La definitiva burocratización de todos los niveles de la conducción
del partido, cuya máxima expresión es la ausencia absoluta de democracia
interna, que yugula todos los intentos de reflexión crítica, calificándola de
defección o traición, enmarcando la falta de respuesta política con un
triunfalismo irresponsable que no convence a nadie.
Frente a tanto desacierto se levanta la rica realidad que
ofrece la lucha de las masas encabezadas por la clase obrera con el heroico
concurso de los militantes del Peronismo Montonero, que ya no están más
dispuestos a ser sacrificados por una política «putchista» y aventurera que
persigue únicamente mejorar las condiciones de una negociación ya entablada, y
que resulta inaceptable para la dignidad de la Resistencia Argentina.
Que quede claro: renunciamos a estructuras que son un freno
para alcanzar los objetivos que justificaron su creación pero no renunciamos al
Peronismo Montonero, ni a las banderas tras las cuales hemos recorrido los
últimos diez años de vida política argentina: las bandera de la soberanía
política, la independencia económica y la justicia social que jalonan el camino
a recorrer para construir el socialismo en nuestra Patria.
Afirmamos que el fracaso evidente de la Dictadura podrá ser
convertido en una victoria popular definitiva e irreversible, únicamente a través
de la articulación de todas las formas de la Resistencia Popular, con la
contribución del Peronismo Montonero cuyo espacio de masas debe ser convocado y
organizado democráticamente como tendencia dentro del Movimiento Peronista en
cuya unidad debe trabajar consecuentemente.
Queremos señalar también que mientras haya Dictadura habrá
Resistencia Armada Popular, con la participación del Peronismo Montonero y que
el heroísmo que se ha socializado al mismo tiempo que el sacrificio, es
patrimonio del conjunto del Pueblo y nadie tiene derecho ni fuerza para
negociar lo que no le pertenece ni controla.
Finalmente, llamamos a los compañeros del M.P.M. y a los
compañeros honestos del Partido a discutir democráticamente en torno a estas
cuestiones que todos conocen pero de las cuales pocos hablan, recordando que la
Historia también sabrá juzgar los silencios.
Firman, por los compañeros del Peronismo Montonero
Rodolfo Galimberti / Juan Gelman
Ya en plena vigencia del sistema democrático, en 2001, Juan
Gelman escribió una nota en el diario de tinte progresista Página 12, titulada
«Ajá», donde critica profundamente a la conducción de Montoneros, denunciando
un pacto entre Mario Eduardo Firmenich «Pepe», y Emilio Eduardo Massera, el
«Almirante Cero».
Han reaparecido el señor Firmenich y el Peronismo Montonero.
Firmenich habló desde Barcelona y la primera existencia pública del Movimiento
Peronista Montonero tuvo lugar en Roma, en abril de 1977. No parece casual que
ambos hechos se hayan producido fuera del país. Son ajenos al país. La soberbia
armada es el título de un libro sobre la guerrilla montonera del periodista
Pablo Giussani. Se equivocó: lo de Firmenich –dirigente máximo de aquella
guerrilla y hoy autopropuesto candidato a presidente de la Nación– ha sido y
sigue siento soberbia política. La sangre de miles de jóvenes y no tan jóvenes
que entraron en la muerte, movidos por el ideal de una Argentina mejor, no ha
desmontado a Firmenich de esa soberbia. Lo que le pasa a Firmenich no es
importante. Lo que preocupa es lo que les pasa a los jóvenes de hoy: asediados
por el desamparo brutal de un país desquiciado gracias a un gobierno civil tras
otro, creo conocer sus tentaciones y sé que no pocas nacen de esa intemperie,
del fracaso de su deseo, del rechazo rabioso que la injusticia imperante les
impone. Otras generaciones sintieron lo mismo en la década del 60 y hablo desde
una experiencia vivida. Fui teniente del llamado ejército montonero y miembro
de ese mascarón de popa que se llamó Consejo Superior del Movimiento Peronista
Montonero.
No se permitió la entrada a periodistas en la reunión de
Parque Patricios donde el sábado 28 pasado se llevó a cabo la teleconferencia
en que unos 60 adeptos conversaron con Firmenich acerca del documento
refundador del peronismo montonero. Me atengo a la crónica que un periodista
intachable, Carlos Eichelbaum, publicó en Clarín (29-7-01) y me asalta el
escándalo ante el párrafo siguiente: “La reivindicación de la ‘identidad
montonera’ –dice Eichelbaum que dice el documento redactado por Firmenich–
plantea problemas, entre ellos el de la dilución de su significado por las
conductas de sus antiguos dirigentes ‘reciclados’, una obvia alusión crítica a
hombres que pasaron por el menemismo, como Roberto Perdía y Fernando Vaca
Narvaja, a actuales funcionarios como Patricia Bullrich, o devenidos oscuros
hombres de negocios, como Rodolfo Galimberti”. Me llega una pregunta: ese
“antiguo dirigente” que es Firmenich –como Perdía, Vaca Narvaja y otros– ¿nada
tuvo que ver con “la dilución de la identidad montonera”? ¿Nada tuvo que ver
con la política suicida y suicidante que él encabezó antes y después del golpe
del 24 de marzo de 1976?
Esa conducción esperaba el golpe con ganas, “tanto peor,
tanto mejor”, decía Mao. Mejor hubiera esperado a Godot. La soberbia política
de tales dirigentes pensó que podía disputarle y aun arrebatarle a Perón el
liderazgo del movimiento peronista. Aplicaron los mismos métodos que la
burocracia justicialista y tiraron “sobre la mesa” el cadáver de Rucci “para
tener fuerza de negociación”, explicaban. Autoclandestinizaron su aparato
militar en 1974 dejando al aire ya sabemos el qué de miles de militantes
públicos y al descubierto de la JP, la UES, la JTP, la JUP, el frente villero,
el de mujeres, que integran ahora la lista de desaparecidos. Esos dirigentes
fraguaron en 1979 y 1980 dos contraofensivas militares desde afuera contra una
dictadura que había ya aniquilado al ERP y a Montoneros. En 1978 Firmenich y
Cía. pactaron con Massera, el carnicero de la ESMA, un acuerdo preparatorio.
Cada socio perseguía un objetivo propio: Massera, el de trabajar su camino
hacia la presidencia del país; Montoneros, el de “aparecer en los diarios para
que no nos olviden”, ilustraba Roberto Cirilo Perdía. Me merece total repudio
la barranca abajo ética y política por la que ha rodado Rodolfo Galimberti,
pero estoy orgulloso desde mí de haber encabezado con él –cualesquiera hayan
sido entonces las intenciones del hoy “oscuro hombre de negocios”– la ruptura
de 1978 con ese delirio militarista: salvó la vida a centenares de compañeros
exiliados y más aún se habrían salvado si OscarBidegain, ex gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós y otros miembros del sedicente
Consejo Superior se hubiesen sumado al rompimiento. La conducción de Firmenich
condenó a muerte a quienes tuvimos la lucidez de no acompañar esa locura. La
dictadura militar ya me había condenado a muerte y me sentí como cuando de
chico juntaba en los bares tapitas de botellas para hacerlas chapitas. Sólo que
ahora juntaba sentencias de muerte.
Me disculpo por esta irrupción demasiado personal y nada
periodística, aunque siempre creí que el periodismo surge del nervio de la vida
que nos hace. Quiero decir que, en la más inocente de las hipótesis, Firmenich
es tan pésimo político hoy como lo fue ayer: no piensa a fondo el país. Tal vez
en su autoexilio barcelonés admire o respete –o no– las extraordinarias
creaciones del genio de Gaudí. Lo seguro es que poco y nada admira o respeta
las creaciones igualmente extraordinarias de los pobres y los desocupados de
Argentina. Su vieja soberbia se lo impide. La soberbia frecuenta impertérrita
los territorios del oportunismo.
No conozco las declaraciones a una radio de Luis D’Elía que
provocaron “la irritación y la amargura”, seguramente fundadas, de mi colega –y
más que eso– Miguel Bonasso (Página/12, 1-8-01). Cito entonces las que formuló
en estas páginas (31-7-01). Sobre el anuncio de Firmenich de que “Montoneros va
a participar en los cortes”, dijo el dirigente de esa poderosa forma de
resistencia que la sociedad civil construye contra el neoliberalismo
depredador: “Firmenich no tiene nada que ver con el movimiento piquetero”. Es
cierto. Agregó: “Debería (Firmenich) saldar su pasado con el movimiento popular
antes de involucrarse en acciones del presente”. Así es. Y cerró D’Elía: “Es
llamativo (ese anuncio) y me suena a maniobra de inteligencia”. Ajá.
http://www.cunadelanoticia.com/?p=59809
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